Agendas familiares

AGENDA DE UN NIÑO DE 13 AÑOS

DÍA 28

-Vivir

-Ejercicio 12 de la página 123, mates

-Examen de Inglés


AGENDA DE SU PADRE DE 45 AÑOS

DÍA 28

-Redactar informes de Marketing

-Revisar la progresión en bolsa

-Entrevista con O'Callaghan

-Ir a casa de José

-Ir al súper

-Recoger a los niños

-Llamar a María

-Reunión de vecinos

AGENDA DE SU MADRE DE 46 AÑOS

DÍA 29

-Llevar a los niños

-Revisar los números de la empresa

-Pagar los sueldos

-Vestirse de negro


Recibos para quemar


Escribo con algo que no es digital. Escribo sobre recibos para quemar.

Soy antiguo, soy digital.

Me lleno los dedos de negro.

Del fuego al papel

y

del papel al fuego.

Del rojo al negro, del negro al blanco y del blanco a tus pupilas.

Del fuego al papel

y

del papel al fuego.

Melodia en silencio

El dedo de arrugas y olvido se movió. La tecla se hundió. El martillo inició su pesada trayectoria; pero no sonó nada. Otra lágrima recorrió un valle de arrugas para acabar precipitándose por una gran cascada. Ella y el piano. El piano y ella. Ambos de vejez y olvido. Su mano se acercó a una nota. La bemol. La única que aún sonaba. Su índice la tocó, tembloroso. No sonó. Pues ambos habían olvidado. Piano a sonar, ella a tocar. Negó con la cabeza. No hay nada más triste que un piano mudo y una pianista que olvida sus dedos. Aún me queda Cage, pensó. Y por primera vez en muchos años, sonrió. Y quizás fuese esa la última de sus sonrisas.

Solo, nueve

El niño está solo. La calle está sola. El niño mira hacia atrás. Nadie. Hacia adelante. Nadie. Los lados. Nadie. El niño y la mochila. Solos. Solos en la calle. El niño camina. Un paso. Y dos pasos. La mochila se inquieta. No está sola. La acompaña la calle. Y ella acompaña al niño. El niño gira la esquina. Son cuatro. Esquina, calle , mochila y niño. Solos pero acompañados. Más solos. Menos acompañados. El niño camina. El niño cruza. El semáforo lo mira. Son cinco. Y el niño camina. Él camina. Y lo ve una sombra. La sombra y el niño. Solos. Pero acompañados. Son siete ya. Tres más quatro. Dos más cinco. El niño llega. La puerta se abre. Está sola pero acompañada. Son ocho. Y el ascensor. Nueve.

El sentido de la vida

Érase una vez un hombre que no sabía explicar lo que pasaba a su alrededor. Y ese hombre pensó y pensó. Y ese hombre inventó a Dios. Y con Dios le dio un sentido a su vida. Y mucha gente aceptó a Dios como a algo por lo que vivir. Años después, otro hombre se preguntó si Dios existía, se preguntó porque entregar la vida a un ser que no sabíamos que existía. Mataron a ese hombre. Después de éste, hubo otro que se planteó las mismas preguntas. Pero este hombre calló, nunca preguntó y nunca expresó lo que sentía. Y ese hombre también murió, pero de viejo y de infeliz a causa de sus remordimientos. Y así fue pasando la idea durante muchos años. Mujeres, niños y hombres tuvieron los mismos pensamientos y o se callaron, o hablaron para morir.
Hasta que un día un sabio también se preguntó lo mismo, y quiso encontrarle otro sentido a la poca vida que le quedaba, pues había llegado a la conclusión de que Dios no existía, como muchos otros. Pero evidentemente el sabio calló y pensó en como darle un nuevo sentido a la vida.
Tras mucho cavilar de sus labios surgió una frase bonita, una frase hermosa, armoniosa, de esas que uno las lee y dice: ¡He encontrado mi sentido de la vida! El sabio murió siguiendo la idea que encerraba esa frase, no se dio cuenta que la frase bonita era un envoltorio vacío, que era venenoso. Centenares de personas, dejaron de entregar su vida a Dios, para entregarla a una frase hermosa. Todos los días del año se levantaban adorándola inconscientemente.
Y empezaron a surgir más frases bonitas, y más frases bonitas. Y mucha gente las creyó, vivió por los espejismos que son las frases, y no por el simple hecho de vivir.